Este relatillo lo escribí hace la tira de años, no es nada del otro mundo, pero me resulta gracioso y creo que ayuda a conocerme un poco…

Os he hablado alguna vez de mis mascotas?? Sí, verdad. Pues en esta entrada no las voy a mencionar… jajaja.
Voy a hablar de las mascotas de mi curro.
Trabajo con mi padre, mi hermano, mi primo y dos chicos más que son como de la familia. A parte de nosotros seis, en la nave hay más seres vivos, muchos más!
Hoy me he incorporado al curro (llevo un mes de vacaciones, ya os contaré) he entrado como siempre a la nave, he recorrido el trayecto hasta mi oficina entre besos y abrazos (joder, ni que viniera de la guerra) y me he sentado a mi silla… y allí estaban… las mascotas de la nave, las indeseadas, las asquerosas… joder, las odio.
Por supuesto he gritado, quien no lo haría.
Los chicos han venido corriendo a ver qué pasaba. Mi hermano ha salido escopetado de la oficina (le dan tanto asco como a mí) mi primo está de vacaciones así que no se ha podido reír como hace siempre, Luis y José si lo han hecho (serán capullos, no entienden mi fobia argghhh) y mi padre ha sido el único héroe con el que he podido contar. Ha levanto el pie y ha pisado sin temor ni asco a la cucaracha. La ha barrido (yo no me acerco a un bicho de esos ni aunque esté muerto) y hemos seguido currando… Media hora después, han aparecido otras dos cucas en el lugar de la primera. He vuelto a gritar y mi padre ha acudido al rescate. Cuando ha terminado la limpieza se ha encogido de hombros y me ha dicho:
“Que quieres que le haga, mato a una y vienen cincuenta al entierro”
Y esta frase me ha hecho reír… no sé si será una frase hecha, o si es invención de mi padre… pero sí me doy cuenta de que siempre está usando ese tipo de frases y a mí se me pegan, siempre tengo más hambre que el perro de un ciego, o estoy más quemada que el cenicero de un bingo, o soy más vaga que la chaqueta de un guardia, o corro menos que el caballo del malo…
En fin, esta es una entrada chorra pero quería escribirla, adoro a mi padre, y creo que es su humor guasón ante cualquier circunstancia, sus frases quitando hierro a todo, su sonrisa permanente y sus sonoras carcajadas las que me han hecho ser como soy, y escribir como escribo… siempre buscando el punto de humor, la risa sincera y el pasar un rato entretenido… Creo que si hubiera tenido otro padre, no sería ni de coña, como soy ahora.